Cristina Gallach es periodista y es experta en geopolítica, puesto que ha trabajado en la OTAN, la ONU y la Unión Europea. También fue Alta Comisionada para la Agenda 2030 del Gobierno del Estado, en el momento de la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Actualmente, es miembro de GWL Voices, una organización formada por mujeres líderes de todo el mundo que trabaja para construir un sistema internacional igualitario.
- Como encargada de desplegar la Agenda 2030, ¿cree que la sociedad la percibe como una cuestión útil o necesaria?
Depende mucho de la relación que tiene cada uno con los diferentes temas de la agenda y la sensibilización de cada persona sobre las cuestiones sociales, medioambientales, la igualdad o los derechos humanos… En cualquier caso, hasta el año 2018 el conocimiento y la percepción eran bajísimos. A partir de ese momento se hizo un intenso trabajo de divulgación y, al mismo tiempo, para que se pudiera utilizar como marco para el diseño, planificación y despliegue de las políticas públicas de las diferentes administraciones.
En algunos ámbitos de la sociedad civil había un mayor conocimiento. Por eso, se introdujo en todos los sectores económicos, para ir enfocando cambios de las estructuras económicas y de producción mucho más sostenibles. Un momento de cambio importante en la percepción que se tiene de la Agenda 2030 se produjo en cuanto además del gobierno del Estado y otros niveles de gobierno, sobre todo los locales, hicieron suya la agenda y la adoptaron como guía de acción. Eso facilitó un impacto más profundo y una capacidad de medir los cambios más cuidadosamente.
- ¿Qué retos tenemos para los próximos 4-5 años en referencia a los ODS?
Lo más importante es que debemos acelerar la aplicación de las medidas previstas (sociales, medioambientales, de gobernanza…), pero el entorno geoestratégico, europeo y local se ha complicado muchísimo. La agenda 2030 no es partidista, es de y para todos, ya que es una agenda de progreso, prosperidad e igualdad. Pero las fuerzas de derecha y sobre todo de extrema derecha por todas partes le está atacando mucho.
Se está generando una hostilidad absurda, ideológica, contra el mejor programa que nos hemos dado para transformar nuestras sociedades, hacerlas más inclusivas y salvar el planeta del cambio climático. El sistema de Naciones Unidas no puede hacer frente al empuje de las fuerzas reaccionarias. Por ejemplo, la delegación de EEUU en la ONU ha dejado claro que vetará todos los documentos relativos a los ODS, ya que considera que la Agenda 2030 ingiere en sus asuntos internos, lo que es inaceptable para la principal potencia occidental.
El sector financiero internacional, que iba virando hacia posiciones de promover las finanzas «verdes» y la inversión de impacto social, se enfría. Desgraciadamente, por todas partes surge una urgencia en la defensa de la sostenibilidad y las políticas que nos harán llegar. Se mantienen todavía compromisos fuertes, tanto de gobiernos, como empresas, como la sociedad civil, pero el momento es de preocupación. Debemos ser valientes y afianzarnos en la ruta escogida. Me preocupa especialmente Europa, puesto que ha perdido parte importante del liderazgo que había tenido.
Lo importante es que debemos acelerar la aplicación de las medidas previstas [en los ODS].
- Uno de los ODS que siempre ha destacado es la igualdad de género. ¿Vamos por buen camino?
Sin duda, el objetivo 5, el que promueve la igualdad entre hombres y mujeres, y poner fin a prácticas o tradiciones denigrantes (como el matrimonio infantil o forzado, y la mutilación genital femenina), o la plena incorporación en la economía y en los procesos de decisión políticos, es primordial. De hecho, este objetivo es transversal: es imprescindible para alcanzar los demás. Y al revés, sin avances en salud, educación, etc. no puede alcanzarse la igualdad.
Actualmente, el feminismo y las políticas de igualdad están cuestionadas, una situación que responde a la fuerza de los posicionamientos más conservadores, puesto que presentan la igualdad de género como una suma cero: si uno avanza, el otro retrocede. Es todo lo contrario. Una sociedad más igualitaria es más próspera… Coincide, además, en que los países con los indicadores de igualdad más altos tienen un mayor índice de democracia.
El objetivo que promueve la igualdad entre hombres y mujeres […] es imprescindible para conseguir los otros objetivos. Y al revés, sin avances en salud, educación, etc. no puede alcanzarse la igualdad.
Los datos, a través de encuestas, del creciente rechazo de los jóvenes del feminismo son muy preocupantes. De hecho, incomprensibles. Seguro que hemos hecho algo mal a la hora de explicar que los derechos de las mujeres son derechos humanos, y que benefician a toda la sociedad. Creo que los jóvenes son especialmente vulnerables a la presión mediática que ejercen las ideologías intolerantes y discriminatorias. Debemos defender, explicar y sobre todo promover la igualdad con mucha más eficacia. Debemos escuchar a estos jóvenes que se sienten perjudicados… Es una tarea ingente, pero imprescindible. Si no lo hacemos, nos encontraremos totalmente atrapados en las dinámicas de retroceso.
- Por otro lado, ¿qué papel tiene ahora la ONU, en un contexto de carencia de multilateralismo?
El sistema multilateral creado en 1945, con las Naciones Unidas como pilar central, está en profunda crisis. La carta fundacional de la ONU tiene plena vigencia, pero el mundo ha cambiado mucho y las estructuras que surgieron no encajan ahora. El sistema se fundó antes de la descolonización, al inicio de la guerra… Se han hecho algunas reformas, pero ninguna en profundidad.
Además, los países no occidentales han experimentado un alto nivel de crecimiento y desarrollo. Y el mundo unilateral, según la caída de la URSS, cada vez es más “plurilateral”. La ONU es una clara víctima de estos cambios y de la necesidad de reforma profunda, para adaptarse y recuperar eficacia. Esto coincide con el hecho de que EEUU, que lideró la creación del sistema actual, por un lado se quiere desentender y por el otro, dominarlo.
Además, para complicar la situación, la ONU sufre una gravísima crisis financiera. La retirada de la financiación de EEUU, por encima del 25%, está obligando a unos profundísimos recortes. Adelgazar el sistema es necesario, porque todas las burocracias tienden a generar estructuras superfluas. Lo que ocurre es que la reforma no puede quedarse en una dieta severa para reducir costes. El secretario general Guterres ha presentado el plan llamado UN@80, que se está discutiendo, pero centrado en la reducción presupuestaria.
El sistema de prevención de paz y seguridad es muy frágil. Por ejemplo, las fuerzas de paz (cascos azules) están desapareciendo cuando hay más conflictos que nunca. Hay quien defiende volver a los objetivos básicos de la ONU: paz, desarrollo y derechos humanos. Pero también es cierto que existen procesos muy importantes, en los que la ONU también debería intervenir, como regular las nuevas tecnologías, especialmente la digitalización y la inteligencia artificial, sobre las que deben diseñarse políticas de control globales. En este mundo incierto, peligroso y global, Naciones Unidas es más imprescindible que nunca.
El sistema multilateral creado en 1945, con las Naciones Unidas como pilar central, está en profunda crisis.
- Desde Fundesplai hemos puesto en marcha una propuesta educativa sobre la paz y la democracia, «Amb Veu i En Peu«. ¿Cómo valora que podamos abordar estos temas con niñas, niños y adolescentes en espacios no lectivos?
Es un excelente ejemplo de las acciones imprescindibles a realizar. ¡Hace falta educación, educación y tres veces educación! Se deben promover las ideas de paz y democracia a través del diálogo y la empatía, sobre todo entre las personas más jóvenes, que en muchos casos han vivido en ambientes prósperos, poco asociativos, individualizados y muy competitivos.
Debemos generar un efecto virtuoso que contrarreste las tendencias actuales de imposiciones, agresividad y violencia.
Os felicito por la iniciativa, que encaja perfectamente con la agenda 2030, en particular el ODS 16, que nos dice cómo avanzar hacia sociedades más pacíficas e inclusivas, con instituciones fuertes, además de facilitar el acceso a la justicia. Debemos generar un efecto virtuoso que contrarreste las tendencias actuales de imposiciones, agresividad y violencia. Cada vez nos cuesta más desatar lazos de convivencia y solidaridad en nuestra sociedad más diversa. Esta tendencia es posible revertirla con educación por la paz y la democracia.
- Como periodista, ¿cómo ve el papel de las tecnologías y redes sociales en la difusión de discursos de odio y negacionistas?
Sinceramente, estoy alarmada con el impacto negativo de la conectividad y las redes. Hace años, cuando empezamos a acceder a internet y a los teléfonos inteligentes, descubrimos infinidad de posibilidades positivas: acceso más rápido a la información, facilitación de gestiones, mayor productividad… Pero pronto descubrimos la parte más oscura, sobre todo de la mano de las redes, que multiplican perniciosamente la parte negativa: vejaciones, insultos, mentiras, incluso la pornografía…
Lo más preocupante de todo es que las empresas tecnológicas que hacen grandes beneficios con las redes a través de la publicidad, no se responsabilizan de filtrar el contenido pernicioso. Dicen que ponen controles, pero, en cualquier caso, son muy ineficaces. Los niños son los más vulnerables. Además, se introdujeron los dispositivos digitales en las aulas sin límite alguno, ni estudiar el impacto que tenían en el aprendizaje. Ahora que las aulas están digitalizadas, debemos volver a los libros de papel y las pizarras de yeso. Y los niños y niñas sufren problemas de dependencia y dificultades psicológicas. En medio de todo esto, despertar el sentido crítico es más imprescindible que nunca. Se debe hacer en casa y en los colegios. Debe hacerse con diálogo constante, sincero, abierto con los más jóvenes, confrontándolos a las realidades complejas. Soluciones fáciles a problemas muy complejos son imposibles. Entramos en una fase de probar, analizar y dialogar mucho más que nunca.
- Este diario lo leen muchos niños, niñas y jóvenes. ¿Tiene algún mensaje de optimismo para ellos y ellas de cara al futuro?
La agenda 2030 es una agenda para un futuro mejor. Para el planeta y las personas. Representa un compromiso intergeneracional, el más sólido jamás definido. Las generaciones adultas hemos decidido que no queremos dejar un planeta peor de lo recibido y que tenemos la posibilidad de poner fin a la pobreza extrema y reducir las desigualdades socioeconómicas y de género. Ahora vemos que es una tarea ingente. Pero es nuestro compromiso, y no podemos echarnos atrás.
Debemos reclamar de los políticos y responsables de las administraciones que sus políticas no se desvíen de los compromisos acordados. Y es imprescindible que seamos sinceros con las nuevas generaciones, que el camino no será fácil. Pero si incorporamos a más jóvenes a los debates y a las tareas necesarias, estarán más concienciados. Debemos revertir la idea que circula que las nuevas generaciones vivirán peor que los adultos actuales. Cierto es que hay crisis terribles, guerras, inseguridades y que la democracia retrocede en el mundo. Pero tenemos la voluntad y el compromiso de que el bienestar que disfrutamos no retroceda, al contrario, expandirlo lo más posible. ¡El futuro no está escrito! Lo escribimos todos todos los días.